miércoles, 7 de marzo de 2012

Viajar, es mucho más que viajar...

Según la Real Academia Española, viajar es la acción de trasladarnos de un lugar a otro por mar, aire o tierra. Lo cierto es que, si bien las palabras tienen peso y consistencia propia, viajar es mucho más que eso. No solo es aprender a ver, a caminar, a ser paciente, a entender otras culturas, a probar otras comidas. También es iluminarse con otros paisajes, y otras personas, y otras músicas, y otras historias. Puedo decir que mi amor a la aventura es la mejor virtud que tengo. Y lo digo, porque después de andar por valles, montañas, arroyos, volcanes, cielos y suelos de distinto color, me siento distinto. Que no se entienda mal, no me creo mejor que ayer, incluso he llegado a pensar por ciertas circunstancias desarrolladas en mi inconsciente, que retrocedí algunos casilleros en esa búsqueda por ser felices que todos (cada uno a su manera) compartimos. Pero digamos, retroceder no debería preocuparnos más de lo de debido, siempre y cuando no volvamos a avanzar por el lado equivocado.
Antes de partir, un amigo me dijo, te vas a la verdadera escuela. Y yo, que a veces suelo ser bastante pelotudo ante esas frases, me reí. Claro, la casi culminación de mi carrera me hacían creer importante, y que poco lo era. Y en realidad, que poco lo soy. En Bolivia entendí la banalidad cotidiana de mis acciones. Pasé toda mi vida amargándome por motivos mucho menos importantes que los que impulsan a todos los bolivianos a seguir trabajando arduamente luego de años y años de explotación y saqueo. Y en nuestro hermoso norte argentino, descubrí que un pueblo olvidado en la cima de un cerro, puede ser un sitio mucho más maravilloso que cualquier capital del mundo. Y ni hablar de Cuzco. Allí no hay lugar para Romanos, Griegos, Napoleones o Revoluciones. Debe ser el único lugar del mundo donde lo que importa es américa y el inmenso imperio que nos fue escondido en escuelas y secundarias durante tanto tiempo. Por lo tanto, viajar, no es solo ir a sacar fotos. O al menos eso pienso yo.
Así como no siempre los mejores músicos son los que están en los estadios, ni los más virtuosos actores los que están en un teatro, la mejor comida tampoco suele estar en los restaurants de lujo y nombre extraño. Así lo comprobé comiendo en los mercados por sumas que en cualquier ciudad más o menos poblada de Argentina causaría una ola de prejuicios sobre la materia prima y la higiene utilizada. Y la gente,la gente es otro tema. Yo no se que pasa, si se trata de una conspiración por parte de ellos u algo genético, pero la gente más extraña y maravillosa anda viajando por ahí, o vive en algún lugar perdido para que no la encuentren. Así me paso con Hugo, un tipo de mirada y sonrisa alegre. Músico y Bailarín de oficio. Un tipo que tiene el corazón para renunciar a cualquier lujo que no sea el de comer y vivir lejos de la contaminación posmoderna en la que nosotros estamos inmersos, juega en otras ligas.
Un día, hace algunos días me volví. Con miles de historias para contar, con otros tantos paisajes para soñar en mis sueños, con proyectos para compartir y tiempo para invertir en los que quiero. Y ahí fue cuando por esas extrañas circunstancias que tiene el tiempo, el espacio y cada una de nuestras historias, la vida me cacheteó. Y me sacó un poco de amor, un par de sonrisas, algunas canciones compartidas y me privó de besos y abrazos. Y yo, ante a la adversidad, culpé al tiempo, al espacio, a mi historia, a la vida. Pasaron algunas noches y dejé de culpar a los demás por mis errores. Me di cuenta que no era tan buena persona como creía, ni tan buen hijo como suponía. Ni siquiera era el estudiante que yo pensaba ser, tampoco era un gran amigo, ni el novio que ella me pedía que fuera. Y con todo eso en mis espaldas, creí que debía irme. Cualquiera, pensé, debería irse bien lejos para que no lo encuentre nadie, o ahorcarse, o pegarse un tiro para ahorrar el sufrimiento. Y entonces caí en la respuesta que nunca quise ver y me cambió la vida...
"Si a los 24 años yo fuera la clase de persona que quiero ser, el hijo que nunca provoque sufrimiento a mis viejos, o el estudiante que nada hace mal, o el mejor de los amigos, o incluso si fuera todo lo que ella me pedía que fuera, mi vida no tendría sentido, pues no tendría nada para mejorar. Retrocedí viajando, que es la mejor manera de retroceder. Ahora se para donde ir"